A menudo pensamos que el mal humor de una mascota es un problema de comportamiento. Un perro gruñe más de lo normal, un caballo agacha las orejas cuando lo atan o un gato normalmente cariñoso se esconde debajo de la cama. Aunque no cabe duda de que el temperamento influye en la forma en que los animales se relacionan con el mundo, los cambios repentinos de humor o de disposición pueden ser una señal temprana de malestar físico.
El comportamiento como mensajero del cuerpo
Los animales no pueden decirnos directamente cuándo les duele algo, por lo que su comportamiento se convierte en su primer lenguaje de malestar. El retraimiento, la irritabilidad o la evitación de la manipulación pueden ser señales sutiles. En muchos casos, estos comportamientos se desarrollan gradualmente, por lo que es fácil descartarlos como "hacerse mayor" o "ser testarudo". Sin embargo, el dolor, sobre todo el musculoesquelético, puede cambiar sutilmente la forma en que un animal se mueve, descansa o tolera ciertas interacciones, y esos cambios suelen afectar al estado de ánimo.
De la columna vertebral a la rodilla: Causas físicas comunes
La rigidez de cuello, el dolor de espalda, la inflamación articular o las distensiones musculares pueden contribuir al malhumor de un animal. Los perros con displasia de cadera precoz pueden estar menos dispuestos a subirse al coche. Los caballos con molestias sacroilíacas pueden corcovear o resistirse a ser recogidos bajo la silla. Incluso problemas aparentemente menores, como una distensión tendinosa leve, pueden tener un efecto desmesurado en el comportamiento, porque los animales son expertos en compensar físicamente hasta que el malestar es lo bastante importante como para alterar su estado de ánimo.
El papel de una ITV física
Una "ITV física" para animales funciona de forma muy parecida a una revisión rutinaria de un coche: identifica los primeros signos de desgaste, desalineación o tensión antes de que provoquen problemas mayores. Esta evaluación puede incluir un examen veterinario, un análisis de la marcha, la palpación de músculos y articulaciones y la revisión de cambios recientes en el rendimiento o la actividad. El objetivo no es sólo detectar una lesión evidente, sino detectar los pequeños problemas crónicos que pueden ir minando poco a poco la comodidad y, por extensión, el comportamiento.
Cuándo actuar
Los cambios de humor que duran más de unos días, sobre todo si van acompañados de cambios de movimiento o postura, justifican una investigación más profunda. Los comportamientos de evitación repetidos, como resistirse al acicalamiento, alejarse de ciertas caricias o volverse más ruidoso durante la manipulación rutinaria, pueden ser el equivalente corporal de una "luz de alarma". Una evaluación e intervención tempranas suelen traducirse en una recuperación más rápida, menos dolor y la vuelta a la personalidad habitual y más agradable de la mascota.
Equilibrio entre comportamiento y cuidados físicos
No todos los momentos de mal humor indican dolor, pero tampoco es prudente suponer que se trata "sólo de la personalidad" sin descartar causas físicas. En muchos casos, abordar el malestar subyacente mejora no sólo el rendimiento, sino también el vínculo entre el animal y su cuidador. Combinando el conocimiento del comportamiento con revisiones físicas periódicas, los propietarios pueden estar seguros de que no sólo controlan un estado de ánimo, sino que contribuyen al bienestar general del animal.